Ella tiene algo.
Ese algo que no se puede describir.
Huele a vidas pasadas, reinicios,
brilla con luz propia.
Observa, analiza, serena y amable.
Tiene en la cara mil razas, lleva selva en la mirada.
Aparece y vuelve a desaparecer como una revelación.
Verla es como haber bebido ayahuasca.
Ella vuelve como vuelve noviembre.
Tiene una voz de otro mundo,
en otro rango,
como un canto de sirena que al mar te va llevando, ni puedes ni quieres escapar.
Como México, o Colombia ella tiene ese encanto.
Droga dura si mantenemos el contacto.
Quiere que la miren como ella sabe mirarse.
Quiere que la enseñen a sangrar sin morirse.
Aguas en calma, detrás veo fuego y veo guerra, veo su espíritu guerrillero tatuado en la cara.
Ella se ha renovado, se desquitó,
no vive en el pasado pero lo visita de vez en cuando,
no olvida de donde viene,
desde aquellos fatídicos años está instruyéndose,
aún puedo ver en sus manos el estigma
de los clavos.
A visto cosas, cosas que el resto no.
A bailado en el alambre y sigue como invicta, camina como ilesa,
a cada paso va sembrando
tormentas de arena.
Ella tiene llaves para mis celdas.
Es lista, precisa, segura.
Es tan humana como Atenea, mortal como una diosa griega.
No puedo aguantarte la mirada,
me pierdo por ese sendero, me adentro, siempre quiero más.
Te quito la mirada porque seguro se me nota en la cara.
Me gusta todo y nada.
No es que me guste tu cuerpo,
tus ojos, tu boca o tus palabras,
es que me gusta todo eso pero por encima todo lo que no enseñas,
lo que intuyo, y me gustas entera,
hasta lo que no sé, hasta lo que tú no sabes.
Yo cuando te miro, te puedo ver.
De forma intensa, notable en mi pecho y en mi sexto sentido.
Y cuando estás, no puedo dejar de hacerlo.
Eres como un espejo, un reflejo,
cuando hablas solo puedo escucharte y quedarme con tus gestos porque me resultan familiares.
Tienes algo. Algo como yo.
Algo de mí.
Lo disfruto en silencio mirándote.
Eres cascada, arroyo y tormenta.
Eres magia.
Un pájaro pintado con acuarelas.
Un filósofo pensador,
un descaro, una niña mayor,
una mujer no tan niña,
una verdad, una señal,
un chupito de cicuta y ambrosía.
Un viaje sin destino y sin regreso.
Sin destino porque ir a ti
es enfrentar lo desconocido.
Sin regreso porque después de conocerlo ya nada es igual.
Regresar regresas, pero nunca vuelve la misma persona que va.
No hay comentarios:
Publicar un comentario