Diles que me den tiempo y veneno,
aires nuevos,
que no necesito cura, que me refugio en esa locura dulce y fina, cayendo en chuzos de punta, ni el viento bifurca su cauce.
Me redimo en segmentos de tiempo, en el instante, del romance, del destierro entre el gentío, de cargar yo con la cruz.
Una cascada de agua bendita cae sobre mi nuca, santa y limpia me devuelve al mundo, y juro que me salva pegar un portazo a toda esta mierda, cerrarte la puerta en la puta cara.
Sacar la basura fuera antes de que huela.
Surcar la línea, por cada surco en la herida,
buceo entre movidas, callada cruzo la noche, paso por la puerta de tu garito favorito y en el descuento por un gesto acabo dentro, entonces prendo, fuego so ready pa' morir.
Cuido de mi locura, me ha pagado cenas, que me ha costado condenas.
Me cuido de no confundir el arte y la mierda.
Cuido lo perenne, también las flores y las miradas.
Bailo con la soledad, la cortejo y la invito a la última cena, sirvo el vino y dejo que se alimente de cada duda, dejo que coma de lo que soy, que no es otra cosas más que mi verdad.
Lucho contra todo lo que me desborda, lucho junto a mi propia lealtad férrea, inflexible, impermeable, personal e intransferible, como un derecho humano.
Hablo bajito para adentro, grito al mundo sin hablar, en silencio.
A pesar de mis inercias, mis auto-críticas, veo mucho más desde mis cuencas que unos ojos cualquiera.
Soy dueña de mi intelecto, de mi moral, no de mi mente, no de mis sentimientos, de estos suelo ser cautiva por no ser cauta, después más que agradecida me reconozco aprendiz.
Me desvisto segura en la locura desnuda de otro, me quito hasta las tonterías, pero no vengas predicando tu ley, como la ley universal definitiva, así tan limpio y puro, tan correcto, tan convencido, ven más humano, despeinado y desnudo ante todo, descalzo y con el pecho al descubierto, extiende los brazos y abre las palmas preparado para parar el portazo.
Fue inteligente, me paró el portazo no con las manos, le bastó con la palabra, siempre me resultó un arma letal, y él lo sabía bien.
Hijo de puta.
Va de cabeza al cementerio, al cemento. Me entretengo viéndolo. Sé bien que el portazo esta vez no lo pegaré yo. He tirado los muros, no hay techo, no hay puerta, estamos fuera.
Siempre es la misma ecuación con incontables incógnitas, y la X es infinito.