miércoles, 1 de marzo de 2017

Síndromes.

Mi resurrección.
Necesito de eso.
Tres días se descanso
y vuelta a la
profecía, a lo estipulado,
vuelta a lo que un Dios
maldito dejó escrito.
Fines curativos y
principios enfermizos.
Cuadros de déficit
en mil campos,
subidones y bajones
de tensión,
la sangre sólida, fría.
La vista perdida, la desenfoco
a veces.
Se segregan los colores,
metamorfosis de la mente,
un corazón al revés,
cara a dentro.
Metástasis en la cabeza.
El bicho malo por las venas.
Cargo demasiado peso
para mi espalda dolorida,
ya osteoporosica,
columna torcida y
sobrecargada,
tengo la vesícula reventada,
por mil piedras
que no pude mear,
a menudo paso sed,
y me cuesta tragar,
siempre tengo ese
nudo en la garganta,
esa presión en el pecho,
esta tos nerviosa
que me avisa,
sangro por la nariz,
y perderé la dentadura
por apretar demasiado
la mandíbula, perderé
el pelo por nervios,
por estrés, o porque
me lo acabe rapando yo,
entre ritos sátiros.
Me rompo en pedazos,
vómitos a las tantas,
sudores fríos después,
un fuerte pitido en los oídos,
y sin más dejo de escuchar.
Tiemblo en la cama y
siempre tengo ganas de
salir corriendo,
seguir hasta no poder más,
y entonces todavía un poco más.
Correr lejos, muy lejos,
pegar un portazo.

Desórdenes.